Verdad y ficción en

Galileo y el horóscopo de los limones

ENKI, ed. primavera 2016

Entretejer hilos de verdad en un relato de ficción es siempre menester delicado.

Allá donde los datos disponibles a veces nos dejan un entramado hueco y tambaleante, la imaginación acude al rescate, ladrillos y cemento en ristre, para dar solidez a la historia. Este resultado híbrido es mucho mejor que el macarrónico esqueleto de hechos bien documentados… pero para quien admira (o critica) el edificio final, nunca está del todo claro qué ladrillos son datos reales, y cuáles son especulaciones (más o menos informadas) del albañil que ha firmado el trabajo.

A much*s les importará un pimiento morrón qué es (casi) seguro, qué es probable, y qué es invención absoluta en el artículo de Galileo y el horóscopo de los limones ; pero por si alguien quiere profundizar sobre el tema, esta es la “bibliografía” de la historia de María, Galileo y la verdulera Zuana…

Ilustración por Mintonia.

Galileo Galilei vivió en Padua desde 1592 hasta 1610; uno de los fenómenos astronómicos más notables del periodo fue el avistamiento de una supernova (una “nueva estrella”), concretamente en 1604. Al parecer, Galileo realizó en aquella temporada unos cuantos horóscopos personales por encargo (según cuentan las fuentes citadas en la Wikipedia italiana sobre Galileo). Sin embargo, no sé de otros estudios relacionando a Galileo con el mundo de la astrología, y mucho menos con las cábalas de la astrología botánica.

❧ Desconozco si se celebraban realmente “días de mercado” en la Padua del 1600, pero es extremadamente probable que los hubiese (… vamos, que me extrañaría un montón que alguien lo desmintiese). Podrían haberse vendido puerros (Allium ampeloprasum var porrum) y limones (Citrus limon) tranquilamente: los primeros se cultivaban en Europa desde tiempos inmemoriales, y los segundos, aunque de origen oriental, ya estaban perfectamente asentados en la bota itálica en 1600.
El uso del zumo de limones y “cedros” (cidros, Citrus medica) para “las fiebres coléricas” aparece mencionado en el comentario al Dioscórides por parte del médico sienés Pier Andrea Matthioli (p. ej. en esta edición de 1563).

Destacado en amarillo: "Se hace del zumo de los limones, así como del de los cidros, un sirope útil para apagar la calentura de la cólera, y en las fiebres contagiosas y pestilentes (...) Puesta [el agua de limones hecha con alambique de cristal] en los siropes, ayuda admirablemente contra las fiebres coléricas, agudas y contagiosas".

La “yerva de San Juan” se refiere al hipérico (Hypericum sp, a menudo H. perforatum), una especie alrededor de la cual existe un notable corpus folklórico.

❧ ¿Que por qué escribo yerva, y no “hierba”? Pues por ambientación, la verdad: la palabra yerva es usada por el médico Andrés Laguna, quien realizó los primeros comentarios en castellano (1555) a la famosísima obra de botánica medicinal De materia medica, del galeno griego Dioscórides; sí, el mismo texto que comentó Matthioli... Por cierto que todo el resto de texto en cursiva es italiano -no medieval, pero sí lingüísticamente correcto.

El culantrillo es el nombre vulgar del Adiantum capillus-veneris; precisamente su nombre científico específico (“cabello de Venus”!) ya indica que algo tiene que ver con el pelo: por sus pecíolos negros y lustrosos, se consideraba un gran aliado contra la calvicie (aunque ha sido empleada por muchos otros motivos, p. ej. contra la bronquitis y la tos).

❧ El hipotético doctor astrológico que le encarga yervas a la verdulera es “del norte” porque los principales textos y autores de astrología botánica que conozco eran de regiones germanas. Muchos de ellos bajaban a la península italiana a estudiar en sus universidades, así que creo que no es descabellado imaginar un personaje así.

❧ La influencia de la luna sobre la agricultura es un tema con detractores y defensores. Hay personas que se dedican a la labranza que juran sobre la importancia de adaptar las tareas agrícolas a la luna buena, y conozco a científicos que están abiertos a esta posibilidad. Como no lo he probado, no puedo ni afirmar, ni desmentir.

Lo que nadie acepta ya en círculos científicos es que las estrellas y constelaciones zodiacales puedan tener influencia alguna sobre las propiedades de las plantas… afirmaciones que sí realizaban ciertos libros de “astrología botánica”, algunos de los cuales pueden consultarse en línea. (El que más he ojeado, por cuestiones lingüísticas, ha sido el de William Lilly (“student in Astrology”), Christian Astrology modestly tracted of in three books… ; Londres, 1647).

En ellos, se realizaba un repaso de todos los planetas conocidos, a los que se asociaban (entre otras cosas) una serie de árboles y plantas. Por ejemplo, en el libro de Lilly, en el apartado referente al Sol decía algo así como:

“Aquellas plantas sujetas al Sol tienen olor agradable, son de buen sabor, sus flores son amarillas o rojizas, en su crecimiento tienen forma majestuosa, aman los lugares abiertos y soleados, su mayor virtud es fortalecer el corazón y confortar los [órganos?] vitales, aclarar la vista, resistir el veneno, o disolver cualquier brujería o influencia planetaria maligna; y son el azafrán, el laurel, el pomecitron (cidro?), la vid, la elecampana, la yerva de San Juan [el hipérico], ámbar, almizcle, jengibre (…), caléndula, romero, Rosasolis, canela (…), peonía, cebada (…), espicanardo, lináloe, arnica (?).”

Los comentarios en corchetes y paréntesis son míos. No incluyo nombres científicos porque sería un poco, ejem, arriesgado en algunos casos...

Entre los árboles regidos por el sol, contaban la palmera, el laurel, el árbol de la mirra, las Boswellias del olíbano/franquincienso, el cedro, el naranjo o el limonero.

[Ya habréis adivinado que de ahí sale la referencia de Zuana a los “limones solares”…]

Las “yervas” de Venus, en cambio, podían ser

“arrayán siempre verde; todas las yervas que gobierna [Venus] tienen un sabor dulce, un aroma agradable, y la flor blanca; de humor suave, con hojas lisas (…). Gobierna el lirio blanco y el amarillo (… vete tú a saber), y el lirio de los valles (¿el muguet, Convallaria majalis?) (…), el culantrillo, la violeta, los narcisos blancos y amarillos.

Los manzanos dulces, la rosa blanca, el higo, el sicamoro blanco (… quizás un plátano de sombra, o un Acer) (…), el olivo (…), nueces, almendras, mijo, valeriana, tomillo, ámbar, ládano, civeta o almizcle (aunque no son vegetales, al autor le toca un pie…), coriandro, trigo francés (pero sólo el francés, eh!), melocotones, albaricoques, ciruelas…”

En algunos textos se afirmaba que la recogida de los vegetales con fines medicinales debía sincronizarse con los signos zodiacales: si el remedio iba a servir para señores, entonces debían recolectarse en los momentos del año regidos por signos masculinos (p. ej. y siguiendo a Lilly: acuario, aries, géminis, leo, libra y sagitario), y si era para señoras, en signos femeninos (como virgo, escorpio, capricornio, piscis, tauro y cáncer).

La química no existía en 1600; los elementos que configuraban el universo, si preguntabas a un alquimista, probablemente hubiesen sido algo así como mercurio, azufre, y sal (la tria prima de Paracelso).
La medicina tampoco tenía teorías sobre la salud y la enfermedad parecidas a las nuestras: intentábamos entender la salud como un precario equilibrio entre cuatro “humores” distintos en nuestro cuerpo: bilis negra, bilis amarilla, sangre y flema. Los “agentes de la enfermedad”, entendidos como gérmenes hoy en día, no fueron ‘descubiertos’ por la ciencia hasta Pasteur en el s. XIX.

Esquema del sistema humoral europeo: cuatro elementos en el centro (aire, agua, tierra, fuego), con sus cuatro cualidades (húmedo/seco y frío/caliente), que dan lugar a cuatro humores en el cuerpo (sangre, flema, bilis negra y bilis amarilla). No está muy claro, al parecer, cómo conciliaba p. ej. Paracelso su sistema de tres con el clásico aristotélico de aquí arriba...

❧ Claro, y si somos quisquillos*s, resulta evidente que:

  • - Los viajes en el tiempo son ficción (… duh!);
  • - María y madonna Zuana son personajes ficticios (pero el nombre Zuana es la versión veneciana rinascimentale de “Juana”);
  • - No sé si Galileo tenía muchas entradas, pero alguna que otra se le adivina en los retratos de por aquella época…

Y hasta aquí la labor de desenredar la ficción de la verdad en el relato. Para leerlo, puedes hacerlo en el blog aquí.

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